Ya ha llegado septiembre y psicológicamente lo asocio al fin de las vacaciones. Tantos años de regresar al colegio o al trabajo este mes me han marcado para siempre.
Ha sido un verano montañero, aunque algo de playa también ha habido, pero no fotográficamente hablando. Me hubiera gustado haber podido patear más montaña, pero no ha sido así, a ver si el año que viene lo consigo.
La decisión que tomé hace ahora un año ha dado sus frutos y me siento muy orgullosa y satisfecha de haber puesto mi cuerpo en forma. Todavía me queda un largo camino por andar, pero poco a poco, todo llegará. El sedentarismo ante el ordenador no es bueno, aunque sea necesario pasarse un buen rato clasificando fotos y revelando, hay que moverse! y después del esfuerzo viene la recompensa: un paisaje precioso a tu alrededor, un montón de adrenalina corriendo por las venas y el sudor resbalando por la espalda y la cara, pero con una sonrisa de satisfacción dibujada en tu rostro.
Quién me lo iba a decir a mi! que hace unos años ni se me pasaba por la cabeza caminar si no era estrictamente necesario y que si lo hacía me ahogaba a los pocos minutos de subida... Ahora sigo caminando por necesidad, pero ahora mis necesidades han cambiado. Ahora mis necesidades son ver, sentir y vivir la montaña para poder fotografiar la naturaleza y poder disfrutar haciéndolo.
En cualquier caso, valga esta entrada como homenaje a mis botas, por todos los sitios a los que me han llevado y de los que he podido disfrutar. Por la buena gente que me han permitido conocer y por los momentos que me han dejado vivir, tanto buenos como no tan buenos. Por todos los caminos que aún me tienen que mostrar y por los buenos momentos que me harán disfrutar de la vida.
Va por vosotras!