Hacía mucho tiempo que quería visitar el Cabo de Gata para fotografiarlo y por fin en febrero de 2011 se presentó la oportunidad. Llegamos pasadas las 3 de la tarde, después de conducir de tirón los 850 km. que separan San José de casa. Ya por Castellón nos metimos de lleno bajo una grandiosa tormenta que nos acompañó el resto del viaje que hizo que la lluvia se convirtiera en un peligro evidente para la conducción, con alguna pausa escasa. Cortinas de agua, autopista semi-inundada, rayos... en fin, un viaje nada relajado. Llegamos a San José con lluvia y aunque no soy supersticiosa, creo que fue como una premonición de lo que nos íbamos a encontrar aquella semana.
Era lunes, pero el pequeño pueblecito estaba casi desierto en invierno, fuera de la temporada de veraneantes y turistas que lo invaden todo. Fuimos a comer algo y nos costó encontrar un bar abierto donde nos dieran de comer debido a la hora tan tardía, aunque al final lo encontramos en el puerto, un sablazo por una ensalada y unos calamares a la romana que no lo valían ni de broma. Se puso a llover de nuevo pero después de comer preferimos ir a dar un paseo para ver el pueblo. La lluvia hacía la tarde desapacible y después de hacer algo de compra para el apartamento volvimos a refugiarnos en él. Un poco de siesta, con el rumor del televisor de fondo, me ayudó a pasar la tarde. Empezaba a encontrarme mal.
Al despertarme de la siesta el tiempo había mejorado mucho! pero ya era demasiado tarde como para salir en busca de una localización para fotografiar el atardecer. Salí a la terraza, enrabiada por la pérdida de tiempo y de una buena oportunidad y me resistí a quedarme sin un recuerdo de la luz de ese momento. Desde la terraza del apartamento fotografié la vista que me regalaba de San José.
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